Tuesday, April 5, 2011

At Shepherd

(La version en espanol esta despues de la version ingles. The spanish version follows after the english version)


Yesterday was an amazingly beautiful day of spring. My 4 kids, my wife, my sister, my niece, our nanny and a friend went out to a picnic in a gorgeous park in GA.  As I enjoyed the stunning rainbow of tree colors, the peaceful lake, the giggles of my twin daughters mixing with the spring birds, the sense of humor of my older daughter and the dreams of my son, I felt the deepest sense of happiness. I forgot that my legs didn’t move. I did not need them to savor the magic of that afternoon. My heart and my senses did all the work.

The first weeks at Shepherd were tough. I had post surgery complications with my lungs, my heart, my bowels, etc. I was not allowed to eat for several days (I think it was because of my ileus), only ice chips...What an effective way to lose weight! I lost 15 pounds. The unbelievable thing was that I was not hungry. Enzo Piscopo was not hungry! At that time, nobody really knew what the final outcome was going to be. The word paraplegic was still not a word in my dictionary. It was still a word that nobody would dare to openly mention. In fact, I remember having a conversation with my surgeon where he told me that he expected me to start getting “returns” in the following weeks. In the meantime, I had to work hard with my therapy and eat well. I did. I did as soon as I was able to do it, as soon as pain hid itself under my medications.

I was required to be off my bed in my wheelchair and do therapy as soon as my body was strong enough.  My first days of therapy were also a fog. I remember them as in a collage of magazine pages. On one page there was a lot of pain. On another page, there was me taking the holly communion while this nice lady prayed with me. On another, it was my therapist explaining to me that I had to do my best to do the therapy because otherwise my insurance could opt to take me out of rehab. Next page, it was my sister complaining that one of the nurses wanted me to be at least 8 hours in my chair despite my horrible pain. And finally, a couple of pages forward, my amazing physical and occupational therapists patiently working with me. After that, good memories start outweighing bad ones.

In a motivational speech I recently gave, somebody from the audience asked me what was the best thing a relative (not your spouse) could do when a loved one was in my conditions.  I struggled trying to articulate my answer. The only thing that would come to my mind was my sisters’ smiley faces. I have two wonderful sisters that have been a great support. One is far away and the other one is my neighbor. Both had an important role in my emotional healing. Today, I will dedicate this post to my sister R. She was not just a sister and if she was, she was an extraordinary one. She was with me every single day, keeping me company, having the most entertaining conversations with me or with whoever was nearby (the people that know her know exactly what I mean) or just being there. She was always there to give my family a hand. She always looked strong in front of me. She was always a shoulder I could lean onto. She always acted as if this was something that we all could handle. She once caught me crying and firmly asked me why I was crying and she continued saying:  “we are all in this together”, “we will always be with you”, “we will also be there for you”…so far she has been darn right.

SPANISH VERSION-VERSION EN ESPANOL


Ayer fue un bellísimo día de primavera. Mis cuatro hijos, mi esposa, mi hermana, una sobrina, nuestra nanny y un amigo nos fuimos de picnic a un espectacular parque en Georgia. Mientras disfrutaba del estupendo arcoíris de colores en los árboles, de la paz del lago, de las risitas de mis hijas gemelas, del sentido del humor de mi hija mayor y los sueños de mi hijo, me sentí profundamente feliz. Hasta olvidé que mis piernas no se movían. Y es que no las necesitaba para saborear la magia de esa tarde. Mi corazón y mis sentidos hicieron todo el trabajo.

Las primeras semanas en el Shepherd (centro de rehabilitación) fueron difíciles. Se presentaron complicaciones postoperatorias en los pulmones, el corazón, los intestinos y... pare de contar.  Por varios días no me permitieron comer (creo que a causa del íleo); solamente podía mojarme los labios con pedacitos de hielo. ¡Qué manera tan efectiva de adelgazar! ¡Perdí casi 7 kilos! Lo increíble de todo esto es que no tenía hambre. ¡Enzo Piscopo no tenía hambre! En esos días nadie verdaderamente sabía en qué terminaría todo esto. Demás está decir que el término parapléjico aún no estaba en mi diccionario. Era una palabra que nadie osaba mencionar abiertamente. De hecho, recuerdo una conversación con mi cirujano que decía que en unas semanas debería comenzar a tener "retornos". Mientras tanto, tenía que dedicarme de lleno a mi terapia y comer bien. Fue lo que hice... tan pronto como pude y tan pronto como los medicamentos camuflaron el dolor.

Se esperaba que me levantara de la cama y me sentara en mi silla de ruedas para ir a la terapia tan pronto como mi cuerpo estuviera lo suficientemente fuerte.Los primeros días de terapia también estuvieron envueltos en una nebulosa. Recuerdo todo como un collage de páginas de revistas. En una página hay mucho dolor; en otra, estoy tomando la santa comunión con una amable señora que rezaba conmigo; otra página muestra a mi terapista explicándome que tengo que poner todo de mi parte para hacer las terapias pues, de otra manera, el seguro podría dejar de pagar la rehabilitación.  En la página siguiente veo a mi hermana quejándose de que las enfermeras pretenden que permanezca por lo menos 8 horas en la silla a pesar del horrible dolor. Finalmente, en unas páginas más adelante están mi encantadoras terapistas físicas y ocupacionales, quienes con mucha paciencia me enseñan lo que debo hacer. A partir de ahí los recuerdos agradables comienzan a opacar los desagradables.

En una charla motivacional que di hace poco, alguien en la audiencia me preguntó qué puede hacer un pariente (que no sea un cónyuge) cuando un ser querido está en mis condiciones.  No fue fácil articular una respuesta. Lo único que vino a mi mente son los rostros sonrientes de mis hermanas. Yo tengo dos hermanas maravillosas que me han apoyado enormemente. Una vive muy lejos y la otra es mi vecina. Ambas han tenido un papel importante en mi sanación emocional. Hoy dedicaré esta página a mi hermana Rosa. Ella no fue solamente mi hermana. Y si lo fue, fue extraordinaria. Rosa estuvo conmigo todos los días, haciéndome compañía, conversando de la manera más entretenida tanto conmigo como quienquiera que estuviera ahí (los  que la conocen saben qué quiero decir) o sencillamente estando ahí. Siempre estuvo lista para darle una mano a mi familia. Frente a mí se mostró siempre fuerte. Fue en todo momento un hombro en el que apoyarme. Siempre actuó como si todo lo que estaba ocurriendo fuera algo que juntos podíamos manejar. Una vez me sorprendió llorando y firmemente me preguntó por qué estaba llorando y convencida me dijo, "En esto estamos todos juntos; siempre estaremos contigo; siempre estaremos ahí para apoyarte". ¡Cuán ciertas han sido sus palabras!

2 comments:

  1. Dios bendiga a R y a toda su familia.
    God bless her. I know her, and I think of her as an angel.

    ReplyDelete
  2. Enzo, solo hoy me estoy enterando de este determinante episodio de tu vida. Estoy ligada a los Herrera desde hace muchos años por razones que Gaby te contará. Eres un bello ejemplo de lo que Dios hace por sus hijos a los que más quiere y son sus preferidos. Bello, inspirador y aleccionador tu blog, sigue escribiendo! No se ha hablado de tratamiento con células madres para reparar la zona afectada?
    Me siento muy afortunada de haber entrado a tu blog y espero seguir conociendote al menos por esta vía.
    Mi cariño y admiración para tí.
    Marisabel Paúl

    ReplyDelete